Hola mamá ¡y papá! que seguro que andas por ahí también. Me encanta que hayáis llegado hasta aquí . Qué tal si le echáis un vistazo a mi manera de ver la maternidad. Luego, si todo va bien, podemos hacer algo parecido con este momento que estáis viviendo. Mira y me cuentas, ¿vale?
Lo mejor será, ya que has llegado hasta aquí, que te cuente algo más sobre mí. Me llamo Esther y sí, también soy mamá. Estoy encantada de compartir experiencia contigo. Tenlo claro, desde ahora. Aquí hay una fotógrafa que comparte contigo una experiencia brutal que nos une como nada.
¿Conoces la teoría del hilo rojo?
Pues algo así es lo que nos pasó a la fotografía y a mí. Siempre unidas desde que nací. Con 4 días lloraba en un capazo en el laboratorio de mis padres, mientras mi madre atendía al público.
Crecí, hice amigos, jugué, me aburrí, me enamoré en aquella trastienda millones de veces durante mi infancia. Los veranos se hacían particularmente eternos entre aquellas máquinas con químicos, negativos y fotografías ajenas, de vidas ajenas, vacaciones ajenas y viajes lejanos (y muy ajenos).
Luego, la Universidad nos distanció durante años, pero nunca nos abandonamos del todo. Hasta que en 2015, tras mi baja maternal, llegó el momento de cumplir otro sueño: Ayudar a las familias a conservar sus momentos más bonitos, a erizarles la piel años después, a transportarlos en el tiempo y dejar su legado en la tierra.
Ahora que ya me conoces un poquito más
Lo mejor será, ya que has llegado hasta aquí, que te cuente algo más sobre mí. Me llamo Esther y sí, también soy mamá. Estoy encantada de compartir experiencia contigo. Tenlo claro, desde ahora. Aquí hay una fotógrafa que comparte contigo una experiencia brutal que nos une como nada.
¿Conoces la teoría del hilo rojo?
Pues algo así es lo que nos pasó a la fotografía y a mí. Siempre unidas desde que nací. Con 4 días lloraba en un capazo en el laboratorio de mis padres, mientras mi madre atendía al público.
Crecí, hice amigos, jugué, me aburrí, me enamoré en aquella trastienda millones de veces durante mi infancia. Los veranos se hacían particularmente eternos entre aquellas máquinas con químicos, negativos y fotografías ajenas, de vidas ajenas, vacaciones ajenas y viajes lejanos (y muy ajenos).
Luego, la Universidad nos distanció durante años, pero nunca nos abandonamos del todo. Hasta que en 2015, tras mi baja maternal, llegó el momento de cumplir otro sueño: Ayudar a las familias a conservar sus momentos más bonitos, a erizarles la piel años después, a transportarlos en el tiempo y dejar su legado en la tierra.
Ahora que ya me conoces un poquito más
Lo mejor será, ya que has llegado hasta aquí, que te cuente algo más sobre mí. Me llamo Esther y sí, también soy mamá. Estoy encantada de compartir experiencia contigo. Tenlo claro, desde ahora. Aquí hay una fotógrafa que comparte contigo una experiencia brutal que nos une como nada.
¿Conoces la teoría del hilo rojo?
Pues algo así es lo que nos pasó a la fotografía y a mí. Siempre unidas desde que nací. Con 4 días lloraba en un capazo en el laboratorio de mis padres, mientras mi madre atendía al público.
Crecí, hice amigos, jugué, me aburrí, me enamoré en aquella trastienda millones de veces durante mi infancia. Los veranos se hacían particularmente eternos entre aquellas máquinas con químicos, negativos y fotografías ajenas, de vidas ajenas, vacaciones ajenas y viajes lejanos (y muy ajenos).
Luego, la Universidad nos distanció durante años, pero nunca nos abandonamos del todo. Hasta que en 2015, tras mi baja maternal, llegó el momento de cumplir otro sueño: Ayudar a las familias a conservar sus momentos más bonitos, a erizarles la piel años después, a transportarlos en el tiempo y dejar su legado en la tierra.
Ahora que ya me conoces un poquito más
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